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martes, 18 de junio de 2013

Génesis capítulo 37


Gén.37.5.         Y soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle más todavía.
Gén.37.6.         Y él les dijo: Oíd ahora este sueño que he soñado:
Gén.37.7.         He aquí que atábamos manojos en medio del campo, y he aquí que mi manojo se levantaba y estaba derecho, y que vuestros manojos estaban alrededor y se inclinaban al mío.
Gén.37.8.         Le respondieron sus hermanos: ¿Reinarás tú sobre nosotros, o señorearás sobre nosotros? Y le aborrecieron aun más a causa de sus sueños y sus palabras.
Gén.37.9.         Soñó aun otro sueño, y lo contó a sus hermanos, diciendo: He aquí que he soñado otro sueño, y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban a mí.
Gén.37.10.       Y lo contó a su padre y a sus hermanos; y su padre le reprendió, y le dijo: ¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti?
Gén.37.11.       Y sus hermanos le tenían envidia, mas su padre meditaba en esto.
Gén.37.12.       Después fueron sus hermanos a apacentar las ovejas de su padre en Siquem.
Gén.37.13.       Y dijo Israel a José: Tus hermanos apacientan las ovejas en Siquem: ven, y te enviaré a ellos. Y él respondió: Heme aquí.
Gén.37.14.       E Israel le dijo: Ve ahora, mira cómo están tus hermanos y cómo están las ovejas, y tráeme la respuesta. Y lo envió del valle de Hebrón, y llegó a Siquem.
Gén.37.15.       Y lo halló un hombre, andando él errante por el campo, y le preguntó aquel hombre, diciendo: ¿Qué buscas?
Gén.37.16.       José respondió: Busco a mis hermanos; te ruego que me muestres dónde están apacentando.
Gén.37.17.       Aquel hombre respondió: Ya se han ido de aquí; y yo les oí decir: Vamos a Dotán. Entonces José fue tras de sus hermanos, y los halló en Dotán.
Gén.37.18.       Cuando ellos lo vieron de lejos, antes que llegara cerca de ellos, conspiraron contra él para matarle.
Gén.37.19.       Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador.
Gén.37.20.       Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños.
Gén.37.21.       Cuando Rubén oyó esto, lo libró de sus manos, y dijo: No lo matemos.
Gén.37.22.       Y les dijo Rubén: No derraméis sangre; echadlo en esta cisterna que está en el desierto, y no pongáis mano en él; por librarlo así de sus manos, para hacerlo volver a su padre.
Gén.37.23.       Sucedió, pues, que cuando llegó José a sus hermanos, ellos quitaron a José su túnica, la túnica de colores que tenía sobre sí;
Gén.37.24.       y le tomaron y le echaron en la cisterna; pero la cisterna estaba vacía, no había en ella agua.
Gén.37.25.       Y se sentaron a comer pan; y alzando los ojos miraron, y he aquí una compañía de ismaelitas que venía de Galaad, y sus camellos traían aromas, bálsamo y mirra, e iban a llevarlo a Egipto.
Gén.37.26.       Entonces Judá dijo a sus hermanos: ¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su muerte?
Gén.37.27.       Venid, y vendámosle a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él.
Gén.37.28.       Y cuando pasaban los madianitas mercaderes, sacaron ellos a José de la cisterna, y le trajeron arriba, y le vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y llevaron a José a Egipto.
Gén.37.29.       Después Rubén volvió a la cisterna, y no halló a José dentro, y rasgó sus vestidos.
Gén.37.30.       Y volvió a sus hermanos, y dijo: El joven no parece; y yo, ¿adónde iré yo?
Gén.37.31.       Entonces tomaron ellos la túnica de José, y degollaron un cabrito de las cabras, y tiñeron la túnica con la sangre;
Gén.37.32.       y enviaron la túnica de colores y la trajeron a su padre, y dijeron: Esto hemos hallado; reconoce ahora si es la túnica de tu hijo, o no.
Gén.37.33.       Y él la reconoció, y dijo: La túnica de mi hijo es; alguna mala bestia lo devoró; José ha sido despedazado.
Gén.37.34.       Entonces Jacob rasgó sus vestidos, y puso cilicio sobre sus lomos, y guardó luto por su hijo muchos días.
Gén.37.35.       Y se levantaron todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo; mas él no quiso recibir consuelo, y dijo: Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol [nombre hebreo del lugar de los muertos]. Y lo lloró su padre.
Gén.37.36.       Y los madianitas lo vendieron en Egipto a Potifar, oficial de Faraón, capitán de la guardia.



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